La Escuela Católica
Infórmate sobre la escuela católica y sus temas fundamentales.
Los centros de formación, al alero de la Iglesia o inspirados por valores centrados en Jesucristo, se integran en aquella otra realidad más amplia que es la educación cristiana, de la que trata específicamente la declaración conciliar Gravissimum Educationis, en cuya línea quiere situarse este documento, limitándose a ahondar en la reflexión relativa a la Escuela Católica. (Sagrada congregación para la educación católica)
En el documento citado se nos presentan dos temas fundamentales para la misión de la escuela católica, a la cual pertenecemos como centro educacional al alero de la Congregación de los Clérigos de San Viator”
La educación cristiana (2) “Todos los cristianos, en cuanto han sido regenerados por el agua y el Espíritu Santo han sido constituidos nuevas criaturas, y se llaman y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación cristiana. La cual no persigue solamente la madurez de la persona humana… sino que busca, sobre todo, que los bautizados se hagan más conscientes cada día del don de la fe, mientras son iniciados gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en el espíritu y en verdad, ante todo en la acción litúrgica, adaptándose a vivir según el hombre nuevo en justicia y en santidad de verdad, y así lleguen al hombre perfecto, en la edad de la plenitud de Cristo y contribuyan al crecimiento del Cuerpo Místico…”
Los educadores (3) “Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, obligación de los padres formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, de las que todas las sociedades necesitan… El deber de la educación, que compete en primer lugar a la familia, requiere la colaboración de toda la sociedad. Además, pues, de los derechos de los padres y de aquellos a quienes ellos les confían parte en la educación, ciertas obligaciones y derechos corresponden también a la sociedad civil, en cuanto a ella pertenece disponer todo lo que se requiere para el bien común temporal…y por una razón particular, el deber de la educación corresponde a la Iglesia no sólo porque debe ser reconocida como sociedad humana capaz de educar, sino, sobre todo, porque tiene el deber de anunciar a todos los hombres el camino de la salvación, de comunicar a los creyentes la vida de Cristo y de ayudarles con atención constante para que puedan lograr la plenitud de esta vida. La Iglesia, como Madre, está obligada a dar a sus hijos una educación que llene su vida del espíritu de Cristo y, al mismo tiempo, ayuda a todos los pueblos a promover la perfección cabal de la persona humana, incluso para el bien de la sociedad terrestre y para configurar más humanamente la edificación del mundo”.
La escuela católica
En las conclusiones de la Encíclica CARITAS IN VERITATE, el Santo Padre Benedicto XVI, nos dice “Sin Dios el hombre no sabe adónde ir ni tampoco logra entender quién es. Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Y nos anima: «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo» (Mt 28,20)”. Con ello, quiere expresarnos dos verdades fundamentales: La vida del ser humano no se sostiene, no tiene sentido, distanciado de su Creador. Y, además, que el ser humano construye su relación con Dios, sólo en la experiencia comunitaria junto a los demás seres humanos.
La misión de la Iglesia es acoger la vida del hombre, desde el primer instante de su creación. Propiciar espacios donde conviva con los demás seres humanos y cultiven juntos su relación de armonía con el Creador y con la creación entera. Es por ello, que, la misión y tarea de la ESCUELA CATÓLICA, es fundamental para la humanización del ser que está en proceso de desarrollo para lograr su identidad individual y colectiva, digna, solidaria y caritativa, como hijo e hijos de un mismo Padre.
En la Introducción al documento “ESCUELA CATÓLICA EN LOS UMBRALES DEL TERCER MILENIO” de la Congregación para la Educación Católica, escrito con ocasión de la fiesta de la Sagrada Familia, en Roma el 28 de diciembre de 1997; se interpela a la Escuela Católica “1. En los umbrales del tercer milenio la educación y la escuela católicas se encuentran ante desafíos nuevos lanzados por los contextos socio-cultural, y político. Se trata en especial de la crisis de valores, que sobre todo en las sociedades ricas y desarrolladas, asume las formas, frecuentemente propaladas por los medios de comunicación social, de difuso subjetivismo, de relativismo moral y de nihilismo. El profundo pluralismo que impregna la conciencia social, da lugar a diversos comportamientos, en algunos casos tan antiéticos como para minar cualquier identidad comunitaria. Los rápidos cambios estructurales, las profundas innovaciones técnicas y la globalización de la economía repercuten en la vida del hombre de cualquier parte de la tierra. Contrariamente, pues, a las perspectivas de desarrollo para todos, se asiste a la acentuación de la diferencia entre pueblos ricos y pueblos pobres, y a masivas oleadas migratorias de los países subdesarrollados hacia los desarrollados. Los fenómenos de la multiculturalidad, y de una sociedad que cada vez es más plurirracial, pluriétnica y plurirreligiosa, traen consigo enriquecimiento, pero también nuevos problemas. A esto se añade, en los países de antigua evangelización, una creciente marginación de la fe cristiana como referencia y luz para la comprensión verdadera y convencida de la existencia. 2. En el campo específico de la educación, las funciones se han ampliado, llegando a ser más complejas y especializadas. Las ciencias de la educación, anteriormente centradas en el estudio del niño y en la preparación del maestro, han sido impulsadas a abrirse a las diversas etapas de la vida, a los diferentes ambientes y situaciones allende la escuela. Nuevas necesidades han dado fuerza a la exigencia de nuevos contenidos, de nuevas competencias y de nuevas figuras educativas, además de las tradicionales. Así educar, hacer escuela en el contexto actual resulta especialmente difícil. 3. Frente a este panorama, la escuela católica está llamada a una renovación valiente. La herencia valiosa de una experiencia secular manifiesta, en efecto, la propia vitalidad sobre todo por la capacidad para adecuarse sabiamente. Es, por tanto, necesario que también hoy la escuela católica sepa definirse a sí misma de manera eficaz, convincente y actual. No se trata de simple adaptación, sino de impulso misionero: es el deber fundamental de la evangelización, del ir allí donde el hombre está para que acoja el don de la salvación.”
En este contexto que nos advierte, la Santa Iglesia Católica, es que nuestro liceo, asume, como Escuela Católica, formar redes de apoyo, colaboración y trabajo, por el progreso de la sociedad, formando estudiantes, como seres humanos, dignos, integrales y fraternos. Con una conciencia solidaria y responsable, con los desafíos de los nuevos tiempos (y los que vendrán), cooperadores con una sociedad más justa y con total compromiso con el cuidado de la “Casa Común”. La Alianza, Familia, Escuela y sociedad, encarnada en las relaciones virtuosas, entre los diversos integrantes de la comunidad escolar,
nos permiten cumplir con estos propósitos y necesidades que nos plantea la Iglesia y la sociedad que nos rodea. La Escuela Católica, en su plataforma pastoral, sienta las bases de una educación que no sólo apunta a la excelencia académica y el desarrollo cognitivo, sino, también, a todas las dimensiones de la persona humana, para ser hombres y mujeres comprometidos por un mundo mejor.